En esta sección

Leucemia

Aunque se trata de una enfermedad poco frecuente, la leucemia es el cáncer más común en niños y adolescentes, y representa casi un tercio de los diagnósticos de cáncer infantil.

La leucemia es un tipo de cáncer de los glóbulos sanguíneos. El cuerpo produce tres tipos de glóbulos: los glóbulos rojos, que son los encargados de transportar el oxígeno por el cuerpo; los glóbulos blancos, que ayudan al cuerpo a combatir infecciones; y las plaquetas o trombocitos, que son los responsables de la coagulación.

La leucemia suele iniciarse en los glóbulos blancos y provoca la proliferación descontrolada de células inmaduras, que da como resultado una insuficiencia en los otros glóbulos blancos normales, glóbulos rojos y plaquetas, imprescindibles para la salud. Las células anormales o inmaduras no son capaces de desarrollar sus tareas habituales. Como consecuencia, esto provoca anemia, aparición de hematomas, sangrado excesivo, fatiga, fiebre, infecciones frecuentes, pérdida de peso y otros síntomas.

La leucemia puede ser de crecimiento rápido (aguda) o de crecimiento lento (crónica). En la mayoría de los casos, la leucemia infantil es aguda. Hay dos tipos de leucemia aguda:

  • La leucemia linfoblástica aguda, que representa tres de cada cuatro casos de leucemia infantil.
  • Y la leucemia mielógena aguda, que se da en el resto de los casos. 

La leucemia de crecimiento lento, la leucemia mielógena crónica, es infrecuente en niños.

 

Síntomas y diagnóstico

Dado que la mayoría de las leucemias infantiles son agudas y de crecimiento rápido, es imprescindible actuar de inmediato si se detectan síntomas como fatiga, aparición de moretones con facilidad, fiebre o pérdida de apetito. Si no se trata, este tipo de cáncer empeora con rapidez, ya que se extiende por el torrente circulatorio a órganos vitales, incluido el cerebro.

La leucemia no se caracteriza por la aparición de tumores, por lo que, para detectarla y diagnosticarla, se examinan la sangre y la médula ósea. El análisis de sangre sirve para examinar el número de glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas, además de la proporción de estos tipos de glóbulos sanguíneos en la sangre. Para diagnosticar la leucemia, también se pueden realizar biopsias y exámenes microscópicos de la médula ósea, así como exámenes del líquido de la columna vertebral.

Si al niño se le diagnostica leucemia, también se realizan otros análisis de sangre para evaluar la función del hígado, el riñón y otros órganos. También se pueden realizar pruebas para detectar posibles infecciones con el fin de tratarlas de inmediato. La leucemia afecta la capacidad del cuerpo de luchar contra infecciones, por lo que cualquier pequeña infección puede empeorar con rapidez.

 

Tratamiento

Cincuenta años dedicados a la investigación clínica y al desarrollo de nuevos medicamentos y tratamientos específicos han mejorado significativamente el índice de supervivencia de la leucemia infantil. En la década de 1960, la leucemia linfoblástica aguda era una enfermedad mortal para cualquier niño diagnosticado. Gracias al desarrollo de nuevas combinaciones de medicamentos y la incorporación de tratamientos más agresivos del cerebro y el líquido cefalorraquídeo en los protocolos de tratamiento, hoy el índice de supervivencia a cinco años en niños con este tipo de leucemia es del 85 %. El desarrollo de nuevos tratamientos contra la leucemia mieloide aguda ha conseguido resultados similares, con un índice de supervivencia a cinco años de entre el 60 % y el 80 % según el subtipo y otros factores.

La clasificación del tipo de leucemia (por ejemplo, linfoblástica aguda o mieloide aguda) y las características asociadas de los glóbulos con leucemia es un factor importante a la hora de tratar la enfermedad. Mientras que en otros tipos de cáncer el tamaño del tumor cancerígeno y el grado de propagación a otros órganos sirven para determinar el estadio en el que se encuentra la enfermedad, el riesgo de la leucemia se mide no solo por el grado en que se ha extendido a otros órganos como el hígado, el bazo, los ganglios linfáticos, el cerebro o la médula espinal, sino también en función de varios marcadores genéticos de las mismas células cancerígenas.

El tratamiento principal para la leucemia es la quimioterapia, con la que se administran medicamentos para eliminar las células cancerígenas. En ocasiones también se realizan trasplantes de médula ósea, transfusiones de sangre y radioterapia. La quimioterapia se administra por vía intravenosa y/o en la columna vertebral, y en comprimidos. A los niños se les pueden dar distintos medicamentos en distintos momentos del tratamiento según el tipo de leucemia y el grado de propagación. El tratamiento puede durar hasta tres años.

La quimioterapia elimina las células de crecimiento rápido como las células cancerígenas. Pero también destruye otras células de crecimiento rápido saludables, como las que se encuentran en el recubrimiento de la boca y los intestinos, el cabello y la médula ósea. Es por eso que puede causar efectos secundarios como pérdida de cabello, llagas en la boca, pérdida de apetito, fatiga, diarrea y náuseas. El médico puede recetar medicamentos para ayudar a controlar efectos secundarios como las náuseas y los vómitos, y estos efectos suelen desaparecer al terminar el tratamiento.

 

Preguntas importantes sobre la leucemia para hacerle al médico de su hijo.