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A través de los ojos de una sobreviviente: comenzar un año nuevo con capacidad de recuperación y esperanza

Publicado el 04 de enero de 2021

«Bueno. ¿Y ahora qué?».

Esos fueron los primeros pensamientos que vinieron a mi mente cuando me dijeron que tenía cáncer a la corta edad de dieciséis años. Si bien estas son noticias devastadoras que millones de personas reciben cada año, para mí fue un punto de inflexión: fue la primera vez en mi vida en la que tomé conciencia del poder de mis elecciones y de la fuerza de mi voz.

Mi nombre es Savannah, y esta es mi historia.

Escribo este artículo en vísperas de Navidad, exactamente trece años después del día en que comencé a perder el cabello por la quimioterapia.

La historia de esperanza y capacidad de recuperación de SavannahCuando me diagnosticaron rabdomiosarcoma, en el tercer año de la escuela secundaria, mi rutina pasó rápidamente de las prácticas de porristas, las tareas de las clases preuniversitarias y los partidos de fútbol a la quimio, los recuentos de glóbulos sanguíneos y las visitas semanales al hospital. Pasé por biopsias, cirugía, y tratamientos de radiación y quimioterapia. Como efectos secundarios del tratamiento, perdí el cabello, la capacidad de caminar por mí misma y 45 libras. Perdí la primera mitad de mi tercer año de secundaria y los primeros meses de mi último año, pero logré volver a tiempo para aprovechar los últimos meses de ser una adolescente "normal" y graduarme con mi curso. Y aunque me llevó un poco más de tiempo recuperarme de los efectos secundarios, ahora camino sin ayuda (¡y con tacones!), tengo el cabello largo y rizado, y, mal que me pese, recobré las 45 libras. Ahora que pasaron doce años desde mi último tratamiento de quimioterapia, soy una persona adulta completamente funcional e independiente (y esto resultó no ser tan glamoroso como parecía cuando era más joven). 

Gracias a mi experiencia con el cáncer, tuve la dicha de conocer personas maravillosas que cambiaron mi vida. Como integrante del Programa de Supervivencia del Cáncer Infantil, he podido compartir mi historia a través de charlas, maratones radiales y especiales de televisión. Mi vida cambió de la forma más maravillosa, y es en lo que SIEMPRE hago hincapié en mis discursos e historias. Y si bien esta experiencia terminó siendo una bendición, hubo momentos no tan «maravillosos» (de los cuales rara vez hablo, si es que lo hago). Pero siento que llegó la hora de hablar.

Como sobreviviente del cáncer, puedo decir que no todos los momentos estuvieron teñidos de fuerza y determinación. Hubo días en los que me sentía tan enferma y débil que me preguntaba si realmente quería sobrevivir. Y si sobrevivía, ¿cómo sería el «después»? Esos pensamientos solo duraban un instante fugaz, antes de que otros invadieran mi mente. Pensamientos sobre mi mamá, que nunca me dejó sola durante mi tratamiento, me alcanzaba toallas húmedas y acariciaba mi cabeza calva. Pensamientos sobre mi papá, que odiaba con todo su ser estar en el hospital, y entonces puso toda su energía en su trabajo para ganar dinero y mantenernos de modo que mi mamá pudiera estar en casa, cuidándome. Pensamientos sobre mis amigos, que el día en el que recibí el diagnóstico, condujeron hasta mi casa en una caravana de autos, abrazos y risas, e hicieron todo lo posible para mantenerme integrada mientras me perdía tantas cosas; sobre mi joven pastor, que me llamaba todos los martes a la tarde para saber cómo estaba y rezar conmigo por teléfono (aunque yo solo pudiera escucharlo y cerrar mis ojos en oración); sobre mi novio de aquel entonces, que el día de mi segundo ingreso se presentó con la cabeza calva para solidarizarse conmigo y acompañarme en mi proceso; sobre mi leal perro, que se quedaba quieto en la puerta de mi habitación después de cada tratamiento, con la certeza de que algo estaba mal. Nunca se trató solo de mí, ni siquiera ahora. Todas las personas cercanas a mí se vieron afectadas por mi diagnóstico. Entonces, en lugar de alzar la bandera blanca cuando pensaba en rendirme, elegí aferrarme a la esperanza, la determinación y la capacidad de recuperación. Para seguir adelante.

Tras seis semanas de radiación y nueve meses de quimioterapia, me declararon sin cáncer y me dieron la oportunidad de comenzar mi transición de regreso a la «vida normal». Pero para mi sorpresa, los nueve meses de tratamiento no fueron las únicas batallas que libraría como resultado de mi diagnóstico. Aparecieron los efectos tardíos del tratamiento, como neuropatía, posible infertilidad, estrés postraumático y ansiedad. La batalla cuya victoria en algún momento me había emocionado (la quimioterapia está terminada, así que este capítulo está cerrado, ¿no?) estaba lejos de terminar. Mi primer año de universidad resultó ser cualquier cosa menos simple, ya que comenzaban a presentarse estos nuevos desafíos, pero también se presentaba la oportunidad de comenzar a tomar decisiones. Decisiones sobre mi salud, bienestar mental, relaciones y objetivos académicos o profesionales. Tomé conciencia del poder que tenía solo por ser auténtica. Estas decisiones fortalecieron aun más este recorrido lleno de vulnerabilidad, capacidad de recuperación y esperanza.

Ahora, con casi treinta años y habiendo terminado el tratamiento hace doce, puedo decir que esta experiencia no solo forjó la persona que soy, sino que también influyó en todos y cada uno de los aspectos de mi vida. Trabajo para Fresno Unified como asistente social clínica escolar, un campo al que creo que no me habría dedicado si no hubiera pasado por esta experiencia. Presto servicios de salud mental a los estudiantes en el propio campus, plenamente consciente de lo mucho que la salud mental puede impregnar y afectar todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.

Siempre les digo a mis estudiantes que la vida no es color de rosa. No se trata de una sucesión de hechos gloriosos y felices. Hay momentos en los que la vida es difícil. Esos momentos son dolorosos y complicados, y a veces pueden derrumbarnos y hacernos sentir que no nos queda nada. Esos son los momentos en los que debemos hacer una introspección para encontrar las fuerzas que nos motiven. Esas fuerzas pueden ser el reflejo de los desafíos a los que hemos sobrevivido hasta ahora en nuestra vida, o un recordatorio de las cosas que amamos y por las que estamos dispuestos a luchar con la esperanza de un futuro con ellas, o pueden transformarse en perseverancia para poder pensar: «esto no me va a derrumbar». Pero la lección clave es que la fuerza proviene del interior.

Hay una técnica que utilizo en mis sesiones de asesoramiento a estudiantes, que se trata de quedarse o cambiar. Se refiere a nuestros sentimientos. Cuando estamos tristes, tenemos la opción de quedarnos en esa tristeza. Lo cual, a veces, está bien y es terapéutico. Dios sabe que hubo muchos momentos en los que elegí «quedarme» y pensar: «esto es totalmente injusto. ¿Por qué tengo que pasar por esto? ¡Lo odio!». Y en esos momentos, elegí quedarme y aceptar esos sentimientos. Pero también existe la opción de cambiar. Cambiar a pensamientos, acciones y reflexiones más felices. Cambiar a «¿qué tengo por delante? ¿Cómo sigo?». E incluso durante uno de esos momentos en los que elegimos «quedarnos», es fundamental recordar que en algún momento vamos a tener que tomar la decisión de cambiar.

Todos podemos decir que 2020 fue un año particular. Parece que casi todas las personas o familias tuvieron alguna experiencia de lucha y desafíos el año pasado; mi familia y yo no somos diferentes. Algunas fueron evacuadas por incendios, tuvieron problemas de salud, sufrieron pérdidas y dolor... ¿acaso hace falta mencionar la gran pandemia del COVID-19? Pero a pesar de todo, elegí la esperanza. Elegí tener fuerza y capacidad de recuperación. ¿Fue siempre así? ¡Claro que no! Ni mucho menos. Pero en esos momentos de angustia, lágrimas y cuestionamientos, tuve que seguir eligiendo la esperanza, por mí y por los que estaban a mi lado.

La capacidad de recuperación se nutre de la esperanza y la vulnerabilidad. Y como reza el dicho: «esto también pasará». Pero significa reconocer que sí, en este momento, la situación es horrible. Pero también representa la oportunidad de reflexionar sobre todas las otras cosas negativas que hemos enfrentado hasta ahora y comprobar que también sobrevivimos a todas ellas. No quiere decir que en ese momento la lucha sea más fácil. La gran escritora, investigadora, terapeuta y académica Brené Brown afirma: «La esperanza es una función de la lucha». Nunca conoceremos nuestras propias fortalezas y capacidades si no enfrentamos esos desafíos que creemos que nos quebrarán. Y que al final no nos quiebran. O sí, pero persistimos de todos modos. En esos momentos, descubrimos lo que significa tener esperanza, porque puede haber situaciones en las que sentimos que eso es lo único que nos queda. Pero podemos elegir tenerla.

Foto de SavannahLa mayoría de los años, el Año Nuevo venía con metas específicas para mí: graduarme de la universidad, terminar de pagar mi auto, alcanzar un hito en una relación, etc. Este año, es hora de volver a lo esencial. Para 2021, elijo salud, amor y paz. Es gracias a las luchas que trajo 2020 que hoy reconozco lo que realmente importa. Ahora más que nunca, nuestro estado, nuestro país y nuestro mundo necesitan salud, amor y paz. Necesitamos paz interior para poder amar a los demás. Necesitamos salud para volver a una existencia más pacífica. Y necesitamos amor, porque hay un mundo lleno de cosas que pueden tratar de quebrarnos, destruirnos y hacernos creer que no estamos a la altura. Y como somos humanos, es posible que, a veces, lo creamos. Por eso necesitamos amor y compasión: para ayudarnos a levantarnos entre todos cuando otros estén de rodillas.

Mi conclusión, ya casi en 2021, es que debemos reconocer las opciones que tenemos y actuar en consecuencia. En general, somos más fuertes de lo que creemos. Tenemos el poder de realizar cambios en nosotros mismos y, lo que es más importante, en los demás. Tenemos la posibilidad de optar por la esperanza y la capacidad de recuperación, y de sembrar felicidad. Esto no será para nada fácil y algunos días ganará la duda, pero prometo que valdrá la pena. Hemos vivido un año de lucha, dolor, rabia y tristeza. Pero de esa lucha, nace en nosotros la opción de la esperanza, la vida y la felicidad. La respuesta está en sus manos: ¿qué elegirá?

Les deseo a todos salud, amor y paz en este Año Nuevo.

 

Escrito por Savannah Gomes. Foto tomada por Savannah Gomes como parte del Proyecto Photovoice del Programa de Supervivencia del Cáncer Infantil de Valley Children's. La foto de arriba muestra las manos de Savannah con las manos de su madre y su padre, su interpretación del «amor y la belleza». Obtenga más información sobre el proyecto aquí.