Volver al blog

Reflexiones sobre un año en pantalones de yoga: COVID-19 un año después

Publicado el 15 de marzo de 2021

Si en marzo pasado (cuando metí en el bolso «algunas cositas» para hacer mi trabajo desde casa) me hubieran dicho que un año más tarde iba a estar haciendo exactamente lo mismo, no podría haberlo imaginado.

Nunca lo hubiese creído si me hubieran dicho que:

  • Me enviarían a casa mi silla de escritorio.
  • «Hacer zoom» sería una expresión cotidiana.
  • Realmente podría arreglármelas sin imprimir cada documento que tuviera frente a mis ojos (sí, soy de la escuela de pensamiento que dice que necesito ver algo para recordar que tengo que hacer algo con eso).
  • Podríamos celebrar virtualmente los éxitos, pérdidas y desafíos personales y organizacionales.
  • Podríamos responder al COVID-19, los incendios forestales y la implementación de un nuevo registro electrónico de salud con más de 700 de nuestros empleados trabajando en forma remota... todo al mismo tiempo.

Y si me hubieran dicho que, literalmente, durante un año usaría pantalones de yoga en el trabajo todos los días, me habría costado imaginarlo.

Y a pesar de todo, aquí estamos. Aquí estoy.

Y al escribir esto, me invade la gratitud por la suerte que tuve —y la suerte que tuvimos todos en Valley Children's—, teniendo en cuenta que fue un 2020 bastante desafortunado. El mero hecho de tener trabajo es una bendición. Tener un trabajo que realmente nos ayuda para que 700 de nosotros trabajemos desde casa (con silla de escritorio y todo) es excepcional. Es fundamental saber que a pesar de todo podemos hacer aportes importantes y apoyar a nuestros profesionales de la salud a hacer lo que hacen mientras muchos de nosotros permanecemos a distancia. Y saber que a pesar de todo podemos mejorar la vida de un niño gracias al trabajo de toda nuestra organización es un regalo, y es el verdadero motivo por el cual todos nosotros nos levantamos y venimos a trabajar cada mañana.

Solo que ahora algunos de nosotros recorremos el pasillo de nuestra casa en lugar de conducir hasta Valley Children's.

En lo personal, cuando reflexiono sobre este último año también quedan en evidencia las circunstancias de tantos otros que no pudieron trabajar desde casa, que no pudieron acceder a internet para ayudar a sus hijos con la educación virtual y que estuvieron inmersos en el miedo, la incertidumbre y la preocupación por lo que vendría después. Esta experiencia ha renovado mi compromiso personal —y el compromiso de Valley Children's— de esforzarme aun más para eliminar las desigualdades en salud, y para ayudar a todos los niños en los lugares donde viven, aprender y juegan.

Una colega del sur de California me dijo que, para ella, «la tecnología es el nuevo tráfico». Solía quejarse porque llegaba tarde al trabajo por el tráfico. Ahora es porque no puede iniciar sesión, desmutear su micrófono, abrir los videos... y la lista sigue. Así que, si bien todos tenemos nuestra cuota de frustraciones con Zoom, cada día me sorprende ver que el corazón de mis colegas sigue totalmente comprometido con la atención de los niños.

Hemos visto la mejor versión de la humanidad. Hemos visto a las personas buscar maneras nuevas de apoyar a una familia necesitada y a los comercios locales, animar a los niños que extrañan a sus amigos o conectarse con seres queridos que estaban solos. En los momentos más difíciles, hubo bondad y compasión mutuas.  

Todo eso me recuerda lo que realmente importa. Y si me hubieran dicho que esa sería la lección más importante de 2020, no podría haberlo entendido tan bien como lo entiendo ahora.

Los pantalones de yoga fueron un regalo en más de un sentido.

 

Por Lynne Ashbeck, vicepresidenta sénior de Participación Comunitaria y Bienestar de la Población en Valley Children's Healthcare